Cuando los turcos arrasaron Cangas

En 1617, tuvieron lugar los hechos más dramáticos que conoció Cangas a lo largo de su dilatada Historia.

Un 4 de diciembre, los habitantes de la ría de Vigo veían espantados como once buques corsarios turco-berberiscos fondeaban en las islas Cíes. Sus propósitos no podían ser más sanguinolentos: causar el mayor destrozo posible en las posesiones de la Corona Española, y practicar la rapiña y el pillaje.

A primeiras horas da mañá, tras un intenso bombardeo, uns 1.000 homes desembarcaron en Rodeira e na Punta de Balea, ante as aterrorizadas xentes do lugar.

Aún trataron nuevamente los piratas de apoderarse de Vigo, infructuosamente, antes de dirigir sus proas contra Cangas, que entonces era una humilde villa de pescadores, totalmente desprotegida. La escasísima milicia no disponía de recinto fortificado alguno en el que resistir, ni tampoco de artillería.

A primeras horas de la mañana, tras uno intenso bombardeo, unos 1.000 hombres desembarcaron en Rodeira y en la Punta de Balea, ante las aterrorizadas gentes del lugar. A las mermadas tropas se unieron numerosos vecinos mal armados, protagonizando una lucha desesperada, en abrumadora inferioridad numérica. El mayor heroísmo de aquellos hombres y mujeres estuvo en que fue el sentido del honor lo que les impidió abandonar  sus hogares ante el invasor, pues en tales condiciones era impensable la victoria.

A las pocas horas, los que consiguieron huir a los montes cercanos pudieron contemplar un espectáculo espantoso: la villa ardía por los cuatro costados, incluida la Colegiata y el Hospital, y docenas de cadáveres sembraban las calles. Aún se dedicaron los turcos a saquear los alrededores durante tres días (en los que quemaron también la iglesia de Darbo) antes de desaparecer con su rastro de muerte. Con ellos llevaron un gran botín, pero también a decenas de personas al cautiverio en Argelia

El pueblo de Cangas tardó mucho tiempo en recuperarse de aquel desastre. Su población quedó diezmada; su economía, destrozada. Un nuevo azote, el hambre, se cebó con los más desfavorecidos, lo que se vería agravado por las malas cosechas durante los años próximos.
Aquellos terribles sucesos dejaron en la memoria colectiva de Cangas hondas cicatrices de dolor y de miedo, que al final quedaron inmortalizadas por la tradición oral.

Es el caso de un famoso poema anónimo de la época, que nos dice en una de sus estrofas:

“…Viñeron os mouros arrenegados,
lá de moi lonxe, lonxe, lonxe.
Todo arrasaron e estaba el
Ala para moi lonxe, lonxe, lonxe,
¡Quen fora galgo,
quen fora paxaro,
quen fora vento!

 

Fuente: Concello de Cangas

 

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