Los Cruceiros

Foto: Porgaliciabaixo / Cruceiro en Pontevedra

 

Si tuviésemos que reseñar un monumento que estuviese fuertemente enraizado en nuestra tierra y en nuestra cultura, sin lugar a dudas sería el “cruceiro”, una de las manifestaciones más genuinas y ricas de la arquitectura popular gallega, en donde la piedra fue trabajada por los canteros o también llamados “santeiros” para abrir una ventana a la religiosidad y a la historia.

Desde los inicios del cristianismo se buscó una sacralización de los lugares de culto pagano o sospechosos de ello. Con ese objetivo se colocaron cruces sobre piedras con alguna simbología mágica, como sucedió con menhires, petroglifos o piedras significativas como miliarios romanos. La cruz, la es­pina dorsal del cristianismo, elemento purificador y protector contra poderes extraños.

Los “cruceiros” son monumentos religiosos hechos en piedra de granito, constituidos básica­mente por una cruz elevada sobre una columna y asentada sobre una plataforma, esculpida normal­mente en una sola pieza, aunque los hay con imá­genes añadidas. Su altura suele variar entre 3 y 5 metros de la base a la cumbre de la cruz y muchas de ellas estuvieron policromadas en un principio; hoy en día aún pueden verse restos de esa policromía.

La razón primigenia de su construcción es más que una manifestación de arte religioso, son objetos sagrados de origen devocional y el lugar donde se emplazan se convierte también en un lugar sagrado; por lo tanto su fin es sa­cralizar un determinado espacio.

Según nos cuenta Vicente Risco en uno de sus escritos, hay cruceiros en cruces de caminos, los antiguos trivios, sustituyendo tal vez a arcaicos altares o monumentos paganos dedicados a los Lares Viales o a las divinidades indígenas que nos precedieron.

Ese es su emplazamiento original, los cruces de caminos, las “encruci­lladas”, por ser lugares que se consideraban “peligrosos” como puntos de en­cuentro de fuerzas ocultas, se buscó en ellos protección contra lo sobrenatural, especialmente contra la Santa Compaña, las brujas, el demonio y la muerte, es decir, sacralizar el lugar por donde se nos podía aparecer algo del “más allá” y al mismo tiempo prestar un amparo por la senda tomada, que el camino elegido fuese el correcto. Un cruce es un lugar incierto, donde supone elegir, conside­rado un lugar de apertura, tanto a un mundo superior como al inframundo del averno.

Foto: Porgaliciabaixo/ Cruceriro de las Cinco Calles en Pontevedra

 

Los “cruceiros” son monumentos religiosos hechos en piedra de granito, constituidos básica­mente por una cruz elevada sobre una columna y asentada sobre una plataforma, esculpida normal­mente en una sola pieza, aunque los hay con imágenes añadidas

Con esa finalidad, la de la protección, se instalaron también “cruceiros” en las plazas de las aldeas y pueblos, para la salvaguarda de las gentes y en el campo de la feria para extender esa gracia, de igual forma, sobre el gana­do. También en lugares donde acontecieron muertes violentas, un crimen o un suicidio, para evitar que el alma errante de las víctimas pudiese dañar a los viandantes.

Ante los “cruceiros” se rezaba por las ánimas de los muertos, pero también pidien­do ayuda a Dios. Se realizaban ofrendas por la petición de alguna gracia, o como testimonio de agradecimiento por algún favor recibido.

Foto: Porgaliciabaixo / Cruceiro de la Plaza de la Leña en Pontevedra

Como resultado del Concilio de Tren­to (1545-1563), donde se acuerda, entre otras cosas, que existe un Purgatorio en el que las almas deben redimirse de sus pecados antes de poder ascender al Cielo, se acepta que los familiares y amigos vivos del difunto puedan interceder por su perdón mediante peniten­cias y obras piadosas.

Los monjes de las órde­nes mendicantes, especialmente franciscanos y dominicos, extienden en sus prédicas la idea del Purgatorio e incitan a los vecinos a costear la construcción de “cruceiros”, entre otras formas de hacer limosnas. De este modo comienzan a construirse “cruceiros” financiados por personas que buscaban ganar indulgencias para sí o para sus seres queridos, como voto para pedir la curación de una enfermedad o para conseguir protección ante una situación comprometida; hecho por el que en muchos “cruceiros” aparece una inscripción en la que se recoge el nombre de la persona que lo mandó construir, aunque lo más habitual es que aparezca solamente la fecha.  Así también, en algunos “cruceiros”, existió la costumbre de enterrar a su pie a los niños muertos sin bautizar, a quienes no se les permitía ir al Campo Santo por no estar sacramentados, como muestran las letras iniciales o pequeñas cruces y fechas grabadas en la base del “cruceiro”.

Los monjes de las órde­nes mendicantes, especialmente franciscanos y dominicos, extienden en sus prédicas la idea del Purgatorio e incitan a los vecinos a costear la construcción de “cruceiros”, entre otras formas de hacer limosnas. De este modo comienzan a construirse “cruceiros” financiados por personas que buscaban ganar indulgencias

 

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