Tu primera vez en la Feira Franca…

Foto©Porgaliciabaixo

Partimos de la base que mi primera feira, no coincide con la primera realmente que se hizo en Pontevedra, esa por desgracia me la perdí, y muchas más…pero llegó el día que, por fin, pude vivirla plenamente y conocerla en todo su esplendor.

De eso hace como unos once años, aún vivía en Madrid, y recién aterrizada de unas vacaciones en Grecia, empalmé vuelo en Barajas hacia Pontevedra. Era un viernes a la tarde, de también un verano espectacular, al igual que el actual.

Esa tarde llegué a casa de mi madre, y por esas “ansias de comerte” Pontevedra, a pesar del cansancio de no se cuántas horas de vuelos y de aeropuertos varios, pedí a mi familia, que ya que estaba una noche tan preciosa, que saliéramos a cenar por la zona vella y tomarnos luego un café, o lo que se terciase a la luz de la Peregrina. Y así hicimos…

Mi primera sorpresa fue al adentrarnos por la Herrería camino de la Plaza da Leña, estaban montando La Puerta de Trabancas y  “tapando” como podían las “ruinas” por entonces del Savoy. Al fondo decorados de tela, los soportales de la Herrería.

Si mirabas hacia San Francisco podías ver hasta dragones!!!; y era todo completamente real, aún no habíamos probado ni una gota de vino. Pero ¿sabéis lo que más me llamó la atención en el ambiente? El olor al heno, a la paja que se extendía por todos lados en el suelo de la ciudad. Me encanta ese olor, y estaba toda Pontevedra impregnado de él.

Bajamos hacia la Plaza de la Leña, por el camino estandartes, banderas, pendones, escudos, emblemas familiares…colgando de ventanas, fachadas, balcones, de lado a lado en las calles…Era como una niña pequeña cuando encienden el alumbrado de navidad, y no puede dejar de mirarlo toda ojos.

Y oh!!! La Plaza de la Leña, se puede ser más bonita y coqueta en una ciudad que esa plaza?…es difícil, pero en esa noche, en esa mi primera noche de Feira Franca, batió todos los récords.

Ante nosotros todo perfectamente decorado para la ocasión, mesas, sillas, enseres varios, cubiertos, vajillas, toldos…todo todo todo…trasladándote a esa ciudad que te imaginabas cuando leías historias del gremio de los Mareantes, casi casi creía poder ver asomar a Pedro Madruga acercándose por debajo del arco del Museo de Pontevedra.

La cena fue memorable, el ambiente indescriptible…

Si mirabas hacia San Francisco podías ver hasta dragones!!!; y era todo completamente real, aún no habíamos probado ni una gota de vino.

Al día siguiente por motivos familiares no comimos en la ciudad, teníamos una comida en Marín. Allá que fuimos, pero a eso de las ocho de la tarde  cuando regresábamos, había “mareas” de personas que salían de allí vestidas de medievo con rumbo a Pontevedra.

Una vez en la ciudad, por supuesto, tenía llamadas pendientes que me instaban a acercarme a tomar algo en la Plaza de la Verdura…y fue entonces cuando pude vivir la Feira Franca en plena ebullición. Tardé como media hora en poder llegar desde Michelena a la altura del Banco de España, a la parte de abajo, donde Curros Enríquez…en mi vida había visto tanta gente reunida marchando de un lado a otro a paso de tortuga y encima de buen humor. De pronto el “tapón” se deshacía y ya más o  menos podías moverte libremente.

Me llamó mucho la atención ver a familias enteras, desde el más mayor al más pequeño, ataviados para la ocasión y preparándose para cenar en grandes cenas familiares por las diferentes calles del casco viejo. Algunas de esas mesas, absolutamente espectaculares, con buenas mantelerías, vajillas, cristalerías y candelabros dignos de una mesa de Cinco Tenedores.

Y oh!!! La Plaza de la Leña, se puede ser más bonita y coqueta en una ciudad que esa plaza?…es difícil, pero en esa noche, en esa mi primera noche de Feira Franca, batió todos los récords.

Otra cosa que me pareció agradablemente sorprendente, es que a pesar de las grandes ingestas de comida y alcohol por doquier, el ambiente que se respiraba en la calle era sano, la gente estaba alegre, contenta, cantando en sus mesas, bailando…

Ay el humor!!” Qué nunca falte. Algo muy divertido es ver familias o pandas de amigos, que van de época, pero temáticos todos ellos coordinados. Me reí muchísimo con una pandilla de chicos jóvenes que iban caracterizados de leprosos, y estando sentada con amigos en la terraza de unos de los bares de la Plaza de la Verdura, estos chicos a su paso, de cuando en cuando, mostraban puñaditos de lo que parecía carne picada, diciendo “puñetera lepra”…

Esa noche fue divertidísima, amanecimos todos a las siete de la mañana, tomándonos un merecido y reparador chocolate con churros. El tiempo había cambiado por completo, respetando por suerte la Feira Franca, pero al día siguiente, en ese amanecer caía una fina lluvia de esas que te cala sin darte cuenta, y el cielo estaba totalmente plomizo.

En años posteriores, ya descubrí el resto de esta gran fiesta, la Alameda, los puestos de Santa María, el ambiente por Teucro, Alhóndiga y en fin, en toda Pontevedra.

Hay que reconocer que es una gran fiesta, aunque para mi le pondría un “pero”, y es que no me gusta ver animales en ella, no me gusta ver ni burros, ni aves rapaces, ni corrales con diferentes animales recreando granjas,  ni nada por el estilo. Al igual que en otras muchas fiestas, opino que no se debe utilizar animales para ningún tipo de diversión, y menos donde hay concentradas cientos o miles de personas. Por lo demás…

VIVA LA FEIRA FRANCA!

(1 Septiembre, 2016)

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