Durante el reinado de Enrique IV (1455-1474), don Pedro, beneficiándose del favor y la debilidad de la corona, consolida e incrementa sus dominios. Éstos consistían, inicialmente, en el Castillo de Soutomaior, que Vasco da Ponte (cronista gallego de comienzos del s. XVI), evalúa como casa de setenta u ochenta lanzas. Ejercía el control directo sobre otra serie de casa fuertes y torres que salpicaban el suroeste de Galicia desde el río Ulla hasta el Miño; entre ellas: Trinidad, Alba, Cotobade y Fornelos. Contaba, igualmente, con la posesión en feudo de un total de veinte feligresías en Tierra de Salnés, que el arzobispo de Santiago, don Rodrigo Luna, concediera a Alvar Páez de Soutomaior.
Hacia 1467 obtuvo don Pedro, de Enrique IV, un interés de 150.000 maravedíes sobre las rentas reales de Pontevedra, Vigo y Redondela; concesión que le sirvió de pretexto para señorear estas tres ciudades durante los años 70 del s. XV, y que le acarrearon, al mismo tiempo, el enfrentamiento permanente con el arzobispo de Santiago, don Alonso de Fonseca, al que le pertenecía la jurisdicción de dichas ciudades.
Pedro Madruga continuó, como sus predecesores Soutomaior, ejerciendo la encomienda sobre la iglesia de Tui, de forma que mas parecían los Soutomaior los señores de la Iglesia, que sus propios obispos, con los que el conflicto fue también permanente.
Finalmente, don Pedro Madruga llegó a titularse Vizconde Tui y Mariscal de Baiona.
Durante la Guerra Irmandiña (1467-1469) don Pedro se refugió en Portugal, donde ganó la amistad del monarca vecino, y contrajo matrimonio ventajoso con doña Teresa de Táboa, de la que tuvo siete hijos: Álvaro, Fernando, Cristóbal, Diego, Alfonso, Mayor y Constanza; así comenzaba lo que iba a ser una constante en su trayectoria, la vinculación política y familiar con Portugal. La reacción feudal contra los Irmandiños le proporcionó la oportunidad de introducirse en el escenario nobiliar gallego y ganar en él un puesto eminente; cruza la frontera portuguesa y recupera sus dominios sin dificultad, derrotando a las huestes irmandiñas cerca de Pontevedra; se pone en contacto con el arzobispo Fonseca y con don Juan Pimentel, hermano del conde de Benavente, a los que ayuda a recuperar sus anteriores posesiones; por último, organiza a la nobleza gallega desbaratada y la conduce hasta el desmantelamiento de las posiciones irmandiñas.
Era la alianza coyuntural de la nobleza contra el enemigo común, que pronto se vería rota por las exigencias particulares de cada uno. Por su parte, el de Soutomaior contaba con los servicios y ayuda de una serie de caballeros de acostamiento a los que sostenía en sus tierras y dominios (los Montenegro o los Valladares, entre otros), así como de sus familiares los Soutomaior de Lantaño, o su fiel amigo don Lope Sánchez de Moscoso, conde Altamira.
El momento cumbre de la ascensión de Pedro Madruga se produce en 1475, cuando obtiene del rey portugués Alfonso V el título y los derechos de conde de Camiña; por entonces constituirá un dominio casi exclusivo sobre la zona suroeste de Galicia, donde el pueblo lo invocaba como “nuestro rey”; titulación acorde, por lo demás, con sus pretensiones hegemónicas, expresadas rotundamente en sus propias palabras: “en Galicia basta mi casa”.
Pedro Madruga en la Guerra de Sucesión (1474 – 1479).
En 1474, muerto Enrique IV, estalla el conflicto sucesorio entre su hermana Isabel y su hija Juana; mientras la nobleza gallega adopta una actitud expectante, sus dos líderes mas cualificados se posicionan rápidamente.
Pedro Madruga al lado de Juana y del bando portugués; y eso, por afinidad geográfica y cultural, por vinculación familiar, y con miras a la salvaguarda de sus intereses personales, a caballo entre el sur de Galicia y el norte de Portugal.
Fonseca al lado de Isabel y de la futura monarquía de los Reyes Católicos, buscando la rehabilitación y el ascenso político.
La intervención de don Pedro en el conflicto sucesorio nos proporciona los acontecimientos más apasionantes de su biografía.
Influye decisivamente en el fallido matrimonio entre Juana y el monarca portugués Alfonso V, programa y facilita la invasión portuguesa de Castilla; y él mismo abre un frente gallego en la guerra, proclamando a Alfonso y Juana reyes de Portugal, Castilla León y Galicia en Vigo, Caldas de Reis, Pontevedra, Padrón, Baiona y Tui. A esta presencia portuguesa en Galicia se opuso enérgicamente el obispo de Tui, don Diego de Muros, que tuvo que sufrir, por ello, un prolongado cautiverio en tierras portuguesas.
En otoño de 1476 el arzobispado Fonseca, el conde de Monterrey, junto con los nobles gallegos que, de mejor o peor gana, se incorporarán al bando isabelino, mandados por Fray Arias del Río, corregidor mayor de Galicia, se dirigen a Pontevedra, dispuestos a reducir al de Camiña; los secunda por mar una escuadra mandada por Ladrón de Guevara. Madruga resiste dos prolongados cercos a la ciudad, que terminan en fracaso por los asaltantes, quienes se deciden por una tregua en la primavera de 1477.
Acontecimiento singular, dentro de las escaramuzas que provocó el conflicto sucesorio en Galicia, fue la prisión que sufrió Pedro Madruga a manos de don Rodrigo Alonso Pimentel, entre 1477 y 1478. Esta circunstancia fue aprovechada por el prelado compostelano y los demás adversarios de Camiña para dirigirse a Pontevedra y rendirla; desde allí se apoderaron de Redondela, Pontesampaio y Vigo; ocuparon varias fortalezas del de Soutomaior y realizan nuevas fortificaciones en la zona.
Los partidarios de Soutomaior sólo consiguen sostenerse en su propio castillo, en Salvaterra y Fornelos.
Era la hora de la revancha de Fonseca.
Tras conseguir a su libertad, Pedro Madruga regresa a Galicia en la primavera de 1478; en menos de un año consigue recuperar los dominios perdidos, se apodera de García Sarmiento, señor de Sobroso y de su tío Fernán de Camba, dando muerte a Gregorio de Valladares y a Tristán de Montenegro (antiguos vasallos suyos, ahora en el bando isabelino); los fonsecanos sólo consiguen mantenerse con dificultades en Pontevedra y Baiona. Según nos narra el cronista del s. XVII Felipe de la Gándara, un elemento clave en los éxitos militares de Madruga fue la utilización, por sus huestes, de arcabuces y otras armas de fuego, (cosa que hasta entonces no se oyera ni viera en España).
En 1479 se firmaban las paces entre Castilla y Portugal, al tiempo que los Reyes Católicos se consolidaban como monarcas de Castilla y Aragón. A pesar de que en los tratados se contemplaba un perdón general para los nobles que estuvieran al lado del monarca portugués, y de forma especial para Pedro Madruga, la situación política y militar de la Península, que el supiera utilizar tan hábilmente en beneficio propio, se volvía ahora adversa.
El ocaso de Pedro Madruga (1480 – 1486).
El arzobispo de Fonseca, paladín de la corona en Galicia, rompía toda relación con Pedro Madruga, reclamándole la devolución de las feligresías que tenía en feudo. Los Reyes exigían la entrega de Vigo y Redondela a la Iglesia de Santiago. Don Diego de Muros, obispo de Tui, se quejaba ante la Curia Romana de los abusos que Pedro cometía contra a su Iglesia.
Por otra parte, en 1480, estaban ya en Galicia, Antón de Paz, con sus Cuadrilleros de la Hermandad, y el Gobernador Acuña, dispuestos a acabar con el de Camiña. El cerco se cerraba sobre el señor de Soutomaior. Dándose éste cuenta de lo comprometido de su situación, intenta una actuación de desagravio hacia sus adversarios y hacia la Corona, y así, en 1482, se restituye a don Diego de Muros todos los bienes que tenía usurpados a la Iglesia de Tui.
Pero los Reyes Católicos ya prepararan el final de Pedro Madruga. Protegieran en la Corte a su hijo mayor, Álvaro de Sotomayor, y ahora le exigen que se haga cargo del señorío, desposeyendo a su padre. Don Álvaro, fiel a los deseos de la Corona, se presenta, en 1483, en las tierras de su padre y valiéndose del engaño, se apodera del Castillo de Soutomaior; Pedro Madruga, que se encontraba en Portugal, al conocer esta traición, deshereda a su hijo mayor y se arroja su maldición. Pero, en un momento en el que los hechos mandaban, todo esto eran palabras que sonaban a canto de cisne. Don Álvaro de Soutomaior heredaría el señorío con el apoyo y la confianza de la Corona, e iba a convertirse en un nuevo tipo de noble, sumiso a la voluntad de los monarcas.
La muerte de Pedro Madruga, en 1486, queda envuelta en la duda y el misterio.
Viaja a Alba de Tormes buscando la reconciliación y la gracia real; sin conseguir sus propósitos encuentra allí la muerte. Vasco da Ponte nos narra expresivamente:
“…unos dixeron que el conde muriera allí de dos carbúnculos, otros dixeron que el alcalde de Proiaño entrara en el monasterio con sus porquerones y que le hechara un garrote en el pescuezo; unos dicen que fue de una manera y otros dicen que fue de otra, quizá fue de entrambas maneras”.
Desaparecía así el personaje tal vez más singular de la agitada Galicia de fines del s.XV, y lo que la crónica coetánea, en unos casos, y la historiografía romántica y nacionalista gallega en otros, convirtieron en el más controvertido de su tiempo.
Fonte: Concello de Soutomaior