La cautivadora mirada del lobo

(O texto está escrito en español, respéctase o idioma de orixe)

A finales de octubre del 86, me encontraba en un lugar indeterminado por los montes cercanos a Friol, en la provincia de Lugo. Estábamos realizando recorridos topográficos y a mí me enviaron durante dos días a un lugar para realizar un control de paso, era próximo a una aldea en el medio del monte, de unas veinte casas, todas vacías menos una, donde habitaba un matrimonio de unos sesenta años. Como yo me pasaba el día, desde la mañana temprano hasta las seis de la tarde, apostado en la entrada de la aldea, a lo largo de este tiempo el señor y su esposa venían cada dos por tres a charlar conmigo y ofrecerme comida, bebida o algo que pudiese necesitar, yo era la novedad en la aldea desde hacía mucho tiempo, ya que al pasar el verano siempre estaban ellos solos.

Al segundo día de estar allí, cuando apenas debía de llevar una hora y todavía el sol no había despuntado, me encontraba sentado al borde de una estrecha y frondosa pista de tierra, apoyado en un pequeño muro de los que limitan las “corredoiras” formado por piedras pequeñas, cuando observo que un animal parecido a un perro baja del monte y atraviesa el tramo de pista justo donde yo estoy, a un escaso metro y medio de donde me encuentro sentado, se trataba de un lobo, un auténtico lobo ibérico, con un andar monótono y cansino, yo me quedé inmóvil, cuando pasó por mi lado nos cruzamos las miradas, yo tenía mi fusil al lado, con munición, pero no hice ademán de cogerlo, sabía que el lobo no es peligroso para el ser humano, él no se mostró ni asustadizo ni agresivo, continuó su camino, supongo que con la mirada los dos demostramos buenas intenciones del uno para el otro, lo seguí con la mirada y unos metros antes de llegar a la aldea se volvió a introducir en el monte por el lado contrario al que había salido.

Cuando un par de horas después se acercó a charlar conmigo el paisano de la aldea, le conté lo sucedido, me confirmó que por allí había lobos y desde hacía unos días le estaban atacando las ovejas, y medio enfadado me dijo por qué no le había disparado, que debía de haberlo matado, yo le dije que a mí no me había hecho nada, en ningún momento me sentí amenazado y no tenía motivo para hacerle daño, el lugareño no entendía mi actitud. Cuando se marchó y me quedé sólo, pensé en lo que había sucedido, para mí el lobo es un animal extraordinario, noble, fuerte e inteligente, un superviviente en su hábitat constantemente amenazado por el hombre, un animal digno de admirar y proteger.

Sabía que el lobo no es peligroso para el ser humano, él no se mostró ni asustadizo ni agresivo, continuó su camino, supongo que con la mirada los dos demostramos buenas intenciones del uno para el otro, lo seguí con la mirada y unos metros antes de llegar a la aldea se volvió a introducir en el monte por el lado contrario al que había salido.

Para el paisano era un peligro, una alimaña que le perjudicaba y le comía sus ovejas, una amenaza para su subsistencia, un animal que lo único que había que hacer con él era matarlo. Yo comprendo que cuando la decisión es el lobo o tú, tienes que ser tú. Entendía perfectamente al aldeano, pero en esta ocasión me alié con el lobo, me puse de su parte y no sería yo quien cercenase allí su vida.
Me alegro de no haberle causado daño alguno y aún es el día, después de haber pasado más de veinticinco años, que todavía me embriaga el recuerdo de haber visto y sentido a metro y medio, la penetrante mirada de un lobo. Es algo que nunca se podrá olvidar.

 

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