Faro de Corrubedo en Ribeira

Aquí hay mares por doquier y tan distintos como para imponer unas curiosas formas a la hora de administrar sus fronteras.Hay un mar antiguo, convencional, clásico con sus aguas, corrientes, espumas y mareas. Y hay un mar de arena extendido que parece inmóvil, aunque no sea esa su cualidad más cierta.

La arena de este horizonte se mueve casi a la misma velocidad con que le crecen las uñas al ser humano con una salud normal: medio metro al año.

Es una masa de arena viva entre los vientos y las mareas que roza el kilómetro de largo, con alturas que alcanzan hasta los quince metros: el sistema dunar de Corrubedo, el mayor de la Península Ibérica, en el extremo suroccidental de la Sierra de Barbanza.

El Faro

El faro es el elemento más joven de todo este complejo de causas y causalidades en el que confluyen las razones del suelo, los motivos del agua y la inquietud del viento.

Es también el más artificial. Su construcción se inició en mayo de 1852, en una configuración plana y poco elevada del cabo, con el propósito de llamar la atención sobre el alto riesgo de los bajos que festonean su costa, a bastante distancia en ocasiones, de la línea de tierra.

Desde su ubicación se distinguen perfectamente las luces de los faros de Finisterre y de las islas Cíes.

Foto©Porgaliciabaixo

Su luz se encendió por primera vez el 20 de febrero de 1854, frente a un paraje en el que los días suelen ser de tremendas resacas.

Don Celedonio de Uribe tuvo en cuenta tales condiciones al proyectar el edificio con una fachada semicircular hacia el mar y rectangular hacia la tierra, para paliar los efectos de los temporales.

Foto©Porgaliciabaixo
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